Ahir vaig començar a compartir amb vosaltres el capítol VIII d’Un deseo de Historia (Alain Touraine, 1977). No obstant, i amb ànim de fer-ho de manera asequible i accesible, he decidit dur aquesta aventura de manera escalonada. Avui, per tant, us proporcionaré una nova dosi del ¿Por qué luchar?
¿Preparats? ¿Sí? Doncs, endavant!
Actores y retos
Procuremos describir ahora el paisaje nuevo en el que es preciso que aprendamos a vivir. Ante todo, nuestra sociedad no se reconoce como dominada por un orden cualquiera de hechos que serían ajenos a su propia acción. Nosotros no la pensamos ya en términos de evolución o de progreso, sino de política en el sentido más amplio del término. Lo que implica un conjunto de transformaciones muy concretas. Cambiamos de modo de organización, de criterios de jerarquización y, también, de modelo de consumo. Nuestra sociedad define cada vez menos el consumo como un nivel. (…) nuestra sociedad define al consumo como goce. Agrego de inmediato que esta imagen del consumo y del goce se desdobla en función de las posiciones de clase. (…)
(...) En cuanto a la jerarquización, en las sociedades capitalistas industriales, ella se basaba en la relación con el capital y con el dinero. La posesión del capital definía a la burguesía; la posesión de un ahorro, a la pequeña burguesía; la vida a salto de mata, el endeudamiento, el crédito, señalaba al pueblo. Hemos ingresado hoy, y las sociedades socialistas antes que las capitalistas, en un mundo de aparatos en el que la jerarquía es ante todo un nivel de autoridad o de títulos, una jerarquía de diplomas, sin olvidar que los diferentes regímenes los definen de modo diferente. Así se trate de la posición ocupada en el partido comunista chino o soviético o del lugar en el organigrama de una empresa multinacional, la jerarquía se sitúa en el interior de los aparatos. El nivel es definido por la capacidad de manejar sistemas simbólicos y, sobretodo, de participar en el poder ligado a la gestión de los grandes aparatos. Finalmente, también las formas de organización del trabajo han sido modificadas. (…)
(…) Nuestro mundo está dominado por los grandes aparatos y si bien es cierto que estos aparatos están atravesados por muchos conflictos, afirmo que en las grandes organizaciones hay cada vez menos conflictos de clases, y que éstos enfrentan cada vez más a las grandes organizaciones con el mundo exterior que ellas dominan.
He ahí el motivo por el cual ni la clase dirigente ni los movimientos sociales se sitúan exclusivamente en el orden de la producción económica en sentido estricto. (…)
(…) Anteriormente, se ha visto cómo las colectividades defendían su existencia o su lengua contra el poder político central. Hoy, esta defensa supera la frontera de lo social, debido a que el poder llega a dominar todos los aspectos de la vida colectiva. Ella debe apelar a una naturaleza. Los grandes movimientos contestatarios hablan en nombre de la defensa de la naturaleza, lo que supone reivindicar un “estado de hecho”, y por tanto una diferencia. Unos homosexuales, en una discusión televisada, dicen: nos negamos a discutir las razones por las cuales somos homosexuales; somos así; tal es nuestra naturaleza. La remisión a la especificidad, a la diferencia es importante y va más allá de la defensa del papel profesional o político. (…)
(…) Hay que pasar ahora a la vertiente contraofensiva, considerar las luchas por la reapropiación del poder de acción de la sociedad sobre sí misma. En la época de las sociedades mercantiles, se trataba de luchas cívicas para establecer la república y restaurar para el pueblo la capacidad de decisión. En la época industrial se trataba, por y para los trabajadores, de reapropiarse del trabajo acumulado, el capital, y por tanto del poder económico. Actualmente, así como la acción defensiva ha superado los límites de lo denominado lo social para ir hacia la naturaleza, así también la acción contraofensiva desborda el marco tradicionalmente considerado como social, va más allá y plantea tres cuestiones inseparables. Primero, la apelación a la creatividad, al derecho de ser productor, de elegir sus actividades, sus consumos o sus formas de trabajo. En segundo lugar, la llamada al deseo, lo que probablemente no es algo diferente, y sí formulado únicamente en otra clave. Apelación a lo que lleva más allá del objeto deseado en vez de encerrar en un sitio, un lugar, una identidad y un placer. Aspiración al deseo sobre el placer, a la superación sobre la identidad. Es normal que se utilice un vocabulario psicológico, pero lo importante es que ahora hay una carga de relaciones sociales. El tercer término empleado es el de comunicación; la apelación ofensiva a la voluntad de comunicación, contra la subordinación a la regla, al espectáculo o a la excitación impuestos. La idea de comunicación es la que el sociólogo preferiría, pues ella incluye a las otras dos. Ella combate más directamente la serialización, la práctico-inercia, por parte de los centros dirigentes que quieren constituir la sociedad como orden, mediante la compartimentación, la expulsión, la marginación, la especialización, etc. La aspiración a la comunicación es la aspiración a la relación social.
La cuestión que ahora se plantea consiste en saber cómo pueden constituirse movimientos sociales, cómo la defensa de una identidad y de la naturaleza pueden unirse a la voluntad de creación de relaciones, a la apelación al deseo. Unión difícil, cada vez más difícil, pues la ampliación de los movimientos sociales, que desbordan todo campo y todo grupo particular, tiende a desmembrarlas. (…) La unidad de los nuevos movimientos sociales les viene de la ideología de los antiguos movimientos en declive, es decir en vías de consolidación. El sol poniente del marxismo sigue iluminando los primeros elementos de la nueva vida social, que no son todavía vividos sino como la negación del orden por los movimientos antiautoritarios, antiorganizativos, que no van más allá de la apelación a la identidad o a un deseo socialmente indeterminado. El trabajo teórico y práctico de los sociólogos debe consistir en relacionar la defensa de una naturaleza, la aspiración a un deseo, la lucha contra todos los aparatos de dominación y la solidaridad con todos aquellos a los que conciernen estos conflictos.
Dit açò, us deixe que reflexioneu sobre tot allò que Touraine va manifestar fa ara, exactament, trenta anys; no sense deixar-vos abans amb una cita final del sociòleg: les paraules que tanquen aquesta “autobiografia intel.lectual”.
Yo no soy ni dirigente político ni guía de la opinión. No soy un personaje público. Y sin embargo siento hasta qué punto están entremezclados los cambios políticos que se acercan y los que transforman ya la orientación de mi trabajo. Porque no separo el trabajo de la sociología de la historia de la sociedad. ¿Quién se atrevería, ya, a separar el análisis económico de la historia económica? Es preciso que ocurra lo mismo con nosotros en el momento en que las fuerzas sociales, las contestaciones y las discusiones políticas tienen muchas posibilidades de volver a tomar la palabra. Los movimientos sociales hacen que surja el objeto de nuestros estudios destruyendo las ilusiones del orden, y nuestros análisis, a su vez, para ser verdaderos, deben ser capaces de acelerar su acción. Me apresuro a hacer cuentas, saber dónde me encuentro, de dónde vengo y el camino que he recorrido para, más bien, perder totalmente la memoria y volver a encontrar la esperanza en un mundo renovado. La vigilia se acaba; ya no es hora de contar historias. Hay que volver al trabajo.
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